El martes 29 de octubre nos visitó Carlos Skliar, quien nos dió una extraordinaria charla sobre educación a los docentes del SUMMA.
Carlos Skliar es Doctor en Fonología, especializado en Comunicación Humana. Es investigador del Conicet y de FLACSO, y es autor y compilador de varios textos sobre una pedagogía de la educación y la diferencia.
Aquí les ofrecemos una síntesis de la charla, para compartir con ustedes el camino de formación y reflexión en el que estamos en el SUMMA.
LA EDUCACIÓN, UNA EXPERIENCIA
DE CONVERSACIÓN
La educación como una
“conversación entre desconocidos”, atravesada por temporalidades diferentes,
por una percepción diferente del tiempo.
En esta conversación, de un
lado estamos los docentes, y del otro podemos catalogar a:
-
Los nuevos: aquellos para los
cuales la educación siempre está trabajando, aquellos por venir, a los que
queremos dejarles un mundo mejor. Cada gestión saca siempre un nuevo documento
acerca del “nuevo”, una figura que se nos escapa, que nunca sabemos del todo
quien es
-
Los anónimos: aquellos con los
que nunca hablamos, los que pasan por la escuela masiva sin ser vistos, los que
quieren ser “dejados en paz”, quieren pasar desapercibidos. Siempre son
juzgados.
-
Los diferentes: siempre
condenados, siempre en un espacio de sospecha, algo funciona mal en ellos.
Existieron en toda época: el leproso, el homosexual, el indígena…. Conversamos
con ellos, pero íntimamente pensamos “dudo que puedas conversar”.
En esta conversación, el
lenguaje educativo muy pocas veces conversa con “palabras propias”. Está tomado
por “simulacros” del lenguaje:
-
Lenguaje economicista: la
educación como “garantía de éxito”, como futuro, como fracaso, todos términos
puestos en sentido economicista, de mercado
-
Lenguaje jurídico/racional:
leyes, reglamentos, derechos y obligaciones que son mencionadas a diario en las
escuelas
-
Lenguaje técnico: hablamos de curriculum, didáctica, programas.
-
Lenguaje moralizador: los
docentes nos posicionamos como “apóstoles” de la verdad, del Bien en contra del
mal
-
Lenguaje mediático: es parecido
al moralizador, pero le suma mucha violencia y chismes
-
Lenguaje de autoayuda
Entonces, bajo este panorama de
una conversación tomada por otros lenguajes, hay que restituir la educación a
la Patria de los Afectos, a la amistad y la hermandad. Estar en el afecto,
afectar al otro y dejarse afectar por él. Una afección recíproca en la que no
hay ninguna deuda, nadie le debe nada a nadie, sólo hay donación, gesto que no
pide retorno. El afecto no habla de diversidad ni de inclusión, usa un lenguaje
propio, sin afectaciones.
Hanna Arendt planteaba dos
preguntas clave que debemos hacernos:
·
¿Amamos lo suficientemente al
mundo como para salvarlo?
·
¿Amamos suficientemente a los
demás como para no dejarlos librados a su suerte?
Entonces cabe preguntarse qué
gestos éticos cometemos a diario para que los anónimos y los diferentes no
queden librados a la suerte de la tradición, de eso que se ha establecido como
lo “normal”. Podríamos comenzar por la mirada, por un “amor a primera vista”:
te miro y te considero un par. Esto garantiza la igualdad como punto de
partida, y no como meta. Si no hay una igualdad inicial, se va profundizando la
separación entre los sujetos. Y en esto juega un rol fundamental la mirada: hay
miradas que manchan y miradas que matan, y la educación debe evitar esas
miradas.
Y como la escuela no está
hecha, se hace a diario, entonces esta conversación gira en torno a lo que
hacemos vos y yo. Pero no a partir de la subjetividad: el hecho educativo
trasciende el vos y el yo. La conversación nos habilita a pensar y sentir más
allá de lo que somos. Permite ser más allá de lo que somos. Es una invitación
permanente a salirse del yo. No se enseña sólo lo que se sabe, porque de ese
modo nunca seremos otra cosa.
Hay que olvidarse de lo normal.
Fuera de lo normal está el tiempo. Cuando no tenemos tiempo, necesitamos juzgar
y etiquetar bajo la idea de normalidad. Y educar pasa por ofrecer signos, por
poner signos a disposición de los demás, para que ellos los descifren a su
tiempo y a su modo. Esto es una rebelión, el sistema no soporta esto, necesita
evaluar, preguntar “qué hiciste con lo que te dí”. Claro que esto nos interesa,
que queremos saber qué hicieron los estudiantes con los signos que le donamos.
Pero no en forma de fórmula ni de cronología. Esa obsesión del sistema de que
esa devolución sea en tiempo y forma, y lo más parecida posible a lo que yo dí…
Trabajo para un sistema, pero trabajo con personas. Entonces hay que pensar más
lo educativo desde lo fragmentario, y no tanto desde la totalidad.
Para la pedagogía, el instante
tiene que terminar, para poder ser pensado y evaluado.
Para la poesía, el instante
tiene que ser interminable.
Entonces una pedagogía del
instante y de su intensidad tiene que
ser aquí y ahora, esto tiene que tener sentido aquí y ahora, no después. Ante
la enorme soberbia de la pedagogía, hay que prometer poco. Que no es poco, si
dura para siempre.